jueves, 27 de marzo de 2014

Idiotas todos sois

El Paragüero presentó ayer Sois todos idiotas, un conjunto de escritos aparecidos en el muro de Juan Luis Saldaña en facebook. 





De Saldaña ya conocemos su canino afilado en prosa y su ternura en verso.  Ahora presenta algo fuera de lo común: artículos que cualquiera puede leer en su muro de facebook. 
La agencia Efe difundió la noticia del libro: 

"El autor afirma en uno de sus artículos que nos hemos convertido en "tontos sociales".
"Las redes sociales se han convertido en la manga pastelera para hacer pasar a la masa por el aro de la tecnología. El que es listo es listo. El que es tonto, ignorante o indocumentado tiene una nueva forma de poner su individualidad al servicio del rebaño."

El masoquismo de los tiempos actuales ha convertido Sois todos idiotas en un superventas de El Paragüero. Cientos de personas acuden a las presentaciones (Alcañiz, Huesca y Zaragoza, por ahora) solo para que el autor les diga que son idiotas. 
Cuando llegamos, horas antes, a la zaragozana calle de Espoz y Mina, ya era difícil abrirse paso entre el gentío que hacía cola en la Peluquería de Rosa García. La gente  hablaba del libro y del título:
-A mí me da igual que lo escriba en un sitio o en otro. Lo sustantivo es que nos lo dice a la cara.
-A mí, la terapia me sale más barata que el psicólogo.
-El verbo "ser" da empaque bíblico. Idiota es más bien griego.
-¿Será el muro virtual el medio? ¿Será el libro el fin? ¿Somos ya lectores ambidiestros?

Saldaña y David Giménez
Al finalizar, Manuel Forega  resaltaba las cualidades del libro: "su humor ácido, ironía valleinclanesca y muchas verdades escondidas entre líneas."

Un ejemplo, aunque no esté entre los 50 recogidos en el libro. Del pasado 13 de febrero:

La vaca era la fiesta y el miedo. La vaca era el poder. El Alvaro -con acento en la segunda a- dijo que iba a criar vacas y metió dos crías en el corral de su casa como quien mete un gato y un conejo. Cercó unos terrenos que tenía por el camino del cementerio y se llevó allí las vaquillas. Pasaron dos años y el Alvaro ya cuidaba cuarenta vacas. Fuimos a verlas. El Alvaro había puesto unas bañeras viejas para que hicieran de comederos. El Narciso se fijó en ellas, pero no dijo nada hasta que el Alvaro vino a saludar. Lo que dijo fue hermoso e inolvidable:
-Me cago en la historia. No te bañas tú nunca y les pones bañera a las vacas.
 Juan Luis Saldaña





Hoy, slam poético en Teruel